Diccionario Ilustrado
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Josefo, o Flavio Josefo

   (Jerusalén, 37 d.C. Roma, h. 100) Historiador judío.

Miembro del partido de los fariseos, descendía de una antigua familia de sacerdotes.

Nacido en una de las familias nobles de Jerusalén,​ Josefo se presenta en griego como Iōsēpos (Ιώσηπος), hijo de Matías (Matityahu), un sacerdote judío étnico. Fue su segundo hijo. Su hermano mayor también se llamaba Matías (Matityahu).​ Su madre era una mujer aristócrata que descendía de la dinastía real asmonea, anteriormente gobernante. Los abuelos paternos de Josefo eran Josefo (Yosef) y su esposa, una mujer noble hebrea de la cual no se sabe su nombre, parientes lejanos entre sí y descendientes directos de Simón Psellus (Shimon Psellos).​ La familia de Josefo era rica. Él descendía a través de su padre de la orden sacerdotal de Joiarib, la primera de las 24 órdenes de sacerdotes en el Templo de Jerusalén, de la Tribu de Leví.​ Josefo era descendiente por su madre del sumo sacerdote Jonatán.​ Fue criado en Jerusalén y educado junto a su hermano.

En el año 64 se vio implicado en Roma en el proceso contra los judíos deportados por orden del procurador Félix. Salió con bien del proceso gracias al apoyo de Popea, esposa de Nerón.

Al iniciarse la guerra contra Roma organizó la administración y la defensa de Galilea, pero tuvo que capitular en el 67 y fue conducido ante Vespasiano, quien le concedió el perdón al predecirle Josefo que se convertiría en emperador de Roma. Cumplida la profecía, Josefo pasó a ser Flavio Josefo y se instaló en Roma, donde gozó del beneficio de una pensión imperial. Escribió en lengua griega La guerra de los judíos, Antigüedades judaicas y Contra Apión, tratado contra el antisemitismo grecorromano.

Nacido en el seno de una distinguida familia, su padre pertenecía a la aristocracia sacerdotal de Jerusalén; su madre pretendía descender de la casa real de los Asmoneos.

Recibió la acostumbrada instrucción que las familias sacerdotales daban a sus hijos, hasta el punto de poder afirmarse que poseía una vasta cultura en todo el saber hebraico en su triple expresión farisea, saducea y esenia. Pasó, al parecer, algún tiempo en el desierto con los esenios, volviendo, sin embargo, a seguir la regla de los fariseos y a ejercer las funciones sacerdotales después de regresar a Jerusalén. A los veintiséis años marchó a Roma para obtener la liberación de algunos sacerdotes que habían sido enviados allí prisioneros por el gobernador romano Félix, liberación que obtuvo mediante la protección de Popea, esposa del emperador Nerón.

Vuelto a Jerusalén en el año 65, encontró el país en plena revuelta. La impresión general era que la guerra contra Roma se había hecho inevitable. El Sanedrín se había transformado en un Consejo de guerra y había dividido el país en siete distritos militares, uno de los cuales, el de Galilea, fue puesto bajo el gobierno de Josefo. Constituye un misterio el hecho de que fuera elevado a tan alto cargo; su falta de condiciones militares y su admiración por Roma deberían de haberlo hecho poco apto para tan delicada misión a los ojos del Sanedrín.

Ante el avance sangriento del ejército del general Tito Flavio Vespasiano, Josefo pareció convencerse de que la partida estaba perdida y se preparó para rendir las armas ante la abrumadora potencia mundial de Roma. Retirado a la fortaleza de Jotapata, se vio obligado por sus compañeros a resistir hasta el último extremo y a jurar que se daría muerte antes de caer en manos de los enemigos. Fue uno de los únicos supervivientes del verano del 67, y se rindió a Vespasiano prediciéndole su subida al trono imperial "sobre la tierra, sobre el mar y sobre toda la humanidad". Obtuvo con ello la gracia del general Vespasiano, que lo llevó a Roma como esclavo de guerra y en el 69, cuando fue nombrado emperador, lo liberó.

Flavio Josefo se unió al séquito del hijo del emperador y presenció la conquista de Jerusalén y la destrucción de la Ciudad Santa y su templo. Regresó a Roma, formó parte del desfile triunfal, y en reconocimiento a sus servicios le fue concedida la ciudadanía romana, una renta anual y tierras en Judea.

Acusado de Traidor por los judíos

Manteniendo su posición de privilegio en Roma, no se dio por aludido frente a las acusaciones de traidor que le hicieron sus compatriotas judíos, y se dedicó hasta su muerte al trabajo literario.

    Es obligatorio presentar la declarado por Jesús y la maldición que declararon los sacerdotes judíos, veamos:

Lucas 19:

41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,
42 diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.
43 Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, 44 y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación
.
 

Mateo 27:

24 Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros.
25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.
26 Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado.

      Esto ya estaba profetizado, nos queda evaluar la actitud de Josefo. ¿Acaso debía actuar como actuó la reina Ester a favor de su pueblo? ¿Si lo hubiera hecho estaría en contra de lo profetizado por Jesús? ¿Fue un oportunista o tomó decisiones por miedo o estrategia? ¿Fue guiado por el Señor a tomar esas decisiones y hacer todo lo que hizo?  Le dejo a usted la respuestas a estas preguntas.

 

Antigüedades 20:200

Este es un pasaje muy importante, ya que tiene muchos paralelos sorprendentes con lo que sucedió el Viernes Santo, y sin embargo parece haber sido ignorado casi por completo por los expertos revisionistas del Nuevo Testamento. Habla sobre la muerte del medio hermano de Jesús, Santiago el Justo de Jerusalén, en la época del sumo sacerdote Anano, hijo del anterior sumo sacerdote Anás y cuñado de Caifás, ambos bien conocidos en los evangelios. El texto de Josefo dice así:

Con tal carácter ["impulsivo y temerario" por el contexto], Anano pensó que con Festo muerto y Albino aún en camino, él tendría la oportunidad adecuada. De acuerdo con los jueces del Sanedrín, trajo ante ellos al hermano de Jesús llamado el Cristo, cuyo nombre era Santiago, y a ciertos otros. Los acusó de haber transgredido la ley y los entregó para que fueran lapidados. Pero de entre los residentes de la ciudad, aquellos a quienes se les consideraba más justos y estrictos en la observancia de la ley, se ofendieron por esto. Por tanto, secretamente se pusieron en contacto con el rey [Herodes Agripa II], incitándolo a ordenar a Anano que desistiera de ese tipo de acciones, porque no tenía justificación para lo que ya había hecho. Algunos de ellos incluso fueron a ver a Albino, quien estaba de camino a Alejandría, y le informaron que Anano no tenía autoridad para convocar al Sanedrín sin su consentimiento. Convencido de estas palabras, Albino escribió en tono iracundo a Anano, amenazándolo con un castigo. Y debido a esto, el rey Agripa lo destituyó del cargo de sumo sacerdote, el cual había desempeñado durante tres meses.

Esta segunda vez que Josefo se refiere a Jesús no muestra manipulación del texto y está presente en todos los manuscritos. Si hubiera habido interpolación cristiana aquí, sin duda se habría incluido más material sobre Santiago y Jesús que esta breve nota de paso. Santiago hubiera sido adornado con lenguaje elogioso y llamado "el hermano del Señor", como el Nuevo Testamento lo define, en lugar de "el hermano de Jesús".

Además, el Nuevo Testamento no podría haber sido la fuente de Josefo porque no proporciona detalles sobre la muerte de Santiago. Que Josefo haya definido a Jesús como aquel a "quien llamaban el Christos" es creíble e incluso necesario en vista de los otros veinte Jesuses que cita en sus obras.

Consecuentemente, la gran mayoría de los eruditos contemporáneos consideran este pasaje como genuino en su totalidad, y concuerdan con el experto en Josefa, Louis H. Feldman, y su nota a la edición de Josefo publicada por la Biblioteca Clásica de Loeb: "...pocos han dudado de la legitimidad de este pasaje sobre Santiago" (Louis H. Feldman, tr. al inglés, Josephus, IX; Cambridge, MA: Harvard University Press, 1965, 496).

La preponderancia de las pruebas sugiere enérgicamente que Josefo realmente mencionó a Jesús en ambos pasajes. Lo hizo en una forma totalmente congruente con el retrato de Cristo en el Nuevo Testamento, y su descripción desde el punto de vista de un no cristiano parece notablemente justa, especialmente en vista de su bien conocida tendencia a "quemar" a los falsos Mesías, a los que consideraba desgraciados que desviaron a la gente y provocaron la guerra contra los romanos.

Además, en su segunda referencia las actitudes del sumo sacerdote y el Sanedrín contra el gobernador romano, refleja perfectamente las versiones del Evangelio en cuanto a la existencia de dos partidos opuestos en los sucesos del Viernes Santo. Y estas pruebas extrabíblicas no provienen de una fuente cristiana tendiente a hacer que los Evangelios parezcan buenos, sino de un autor judío que nunca se convirtió al cristianismo.

Obras de Flavio Josefo

Sus libros más conocidos son los siete tomos de La guerra de los judíos, inicialmente escritos en arameo.

Más tarde escribió "Antigüedades" ("Antiquities") como parte de la historia judía y es aquí, donde menciona a Cristo. Esta mención es llamada el "Testimonium Flavianum" ("Testimonio Flaviano") ("Antigüedades" ["Antiquities"] 18.6364; ver parte inferior). Compuestos en lengua griega, donde pese a su colaboracionismo con los romanos intentó erigirse en historiador del pueblo judío relatando la historia de los hebreos desde sus orígenes, con muchos afeites literarios y mucha retórica, y dejando traslucir cierta veneración por el pueblo hebreo.

         Analizando las posibles alteraciones del original

El problema con las copias de Antigüedades es que parece, que se volvieron a escribir favoreciendo a Jesús, de tal manera que algunos dicen que es demasiado para haber sido escritas por un judío. Además, se dice que los cristianos, a través de la historia, fueron los que mantuvieron e hicieron las copias de los documentos de Josefo; y que por lo tanto, deberá dudar acerca de las citas.

Sin embargo, no todo está perdido. Primero que todo, no existen pruebas de que tales inclusiones dentro del texto fueron hechas. Estas pueden ser auténticas. El "Testimonium" ("Testimonio") se encuentra en cada copia que existe de Josefo (Jesusphus). Segundo, Josefo menciona muchos otros acontecimientos bíblicos relevantes los cuales no están en discusión (Ver el esquema en la parte inferior). Esto le agrega validez a la afirmación de que Josefo conoció y escribió acerca de Jesús, escribió además, otras cosas relacionadas con el Nuevo Testamento. Aun así y aunque puedan existir algunas inclusiones cristianas en el texto, podemos todavía reconstruir lo que puede haber sido el escrito original.

Para resumir, el "Testimonium Flavianum", no puede ser simplemente desechado como pura interpolación cristiana (inserciones en el texto). Aun cuando parece probable que esa interpolación ocurrió, no podemos estar seguros de que fue agregada. La versión en árabe también contiene información muy similar a la griega con relación a Jesús y a Su resurrección.

Aun si ambas versiones han sido alteradas, el tema aquí es que ambas mencionan a Jesús como una figura histórica que fue capaz de llevar a cabo hechos sorprendentes, que fue crucificado, y que hubo seguidores de Jesús que todavía existían al momento de esos escritos.

La guerra de los judíos relata las campañas de Vespasiano y Tito contra los judíos, que finalizaron con la destrucción de Jerusalén (71 d. de C.). Los siete libros que la componen están llenos de elogios al conquistador y de acusaciones contra los judíos fanáticos e irresponsables, que habían provocado la catástrofe nacional. El primer libro y parte del segundo, de manera algo desigual y tomando de varias fuentes, resumen la historia judía desde los Macabeos hasta que estalló aquella guerra. El relato de la guerra está fundado en el conocimiento directo del autor, desde el alto cargo que había desempeñado en la misma. Ya por incapacidad, ya por indecisión, Josefo se había enajenado el ánimo de sus hombres y no había podido oponerse seriamente a Vespasiano, quien le tuvo asediado en Jotapata. Tras rendirse fue conducido ante Vespasiano, y, tomando una actitud de profeta, predijo al general romano su próxima proclamación como emperador; ello le valió un trato más blando y, cuando la profecía se realizó, la libación.

 
Jotapata.

La antigua ciudad de Jotapata se encontraba situada a 22 km al sureste de Acre, a 9 km al norte de Séforis y a 43 km al oeste del lago Tiberiades, en un entorno topográfico que contribuyó en gran medida a la defensa de la urbe. Estaba ubicada en una colina aislada, oculta entre altas cumbres, rodeada en tres de sus lados por pendientes de elevada inclinación. Solo era accesible fácilmente a través de un collado situado al norte.

Mapa satelital, si tiene Internet: 32°49′56″N 35°16′39″E


Todo esto es narrado con minuciosidad por Josefo, en cuyo relato predomina el intento de defender a los judíos; quiere demostrar que la guerra fue provocada sólo por unos cuantos fanáticos, mientras el pueblo y las personas principales estaban todos por la paz. Así, mientras hacía un buen servicio a los romanos y a su país, se lo hacía a sí mismo; al encomio de los Flavios y a la defensa propia acompaña una acerba crítica de sus propios enemigos (el primero, entre éstos, Juan de Giscala), los cuales lo habían declarado traidor.

A pesar de esta tendenciosidad, la obra tiene mucho valor porque Josefo se valió, al escribirla entre el 75 y el 79, de las noticias que él mismo había recogido ya durante la guerra en el campo romano, y de los documentos oficiales; por esto su información es excelente. La participación del escritor en los hechos, así como el elemento autobiográfico, dan además a la narración gran vivacidad y prontitud, al paso que no le faltan los procedimientos que la técnica historiográfica ofrecía para embellecer el relato (discursos, digresiones, descripciones, etc.).

La guerra de los judíos agradó tanto a Tito que él mismo ordenó su publicación. El favor que todos habían demostrado por aquel libro, especialmente Vespasiano y Tito, animó a Josefo, convertido ya en escritor admirado y celebrado en Roma, a proseguir en la misión de dar a conocer a los romanos y a los griegos la historia de su pueblo. Decidido a erigirse en el historiador de su patria, comenzó las Antigüedades judaicas, obra en veinte libros que contiene la historia del pueblo judío desde la creación del mundo hasta el reinado de Nerón.

Los libros siguientes contienen las vicisitudes posteriores en relación con la historia de los demás pueblos. Las fuentes de Josefo, en cuanto a esta parte, nos son desconocidas; parece ser que bebió en una obra literaria anterior. Son especialmente interesantes los documentos que a menudo reproduce, aunque no directamente sino tomándolos de otras obras. Se señala de modo particular el pasaje del libro XVIII 3, 3, 63, en el que Flavio Josefo refiere las más antiguas noticias acerca de Jesús que han llegado hasta nosotros. Este pasaje se halla en todos los manuscritos, y ya era conocido en el siglo IV. Con todo, sus particularidades estilísticas y la fe cristiana, que claramente lo inspira, hacen que se considere una interpolación, aunque muy antigua.

El orgullo de Josefo consiste en haber dado a conocer a griegos y romanos la historia de su pueblo, entonces universalmente despreciado, pero poco a poco conocido. El sentimiento patriótico induce a veces a Flavio Josefo a callar o atenuar lo que menos honraba a los hebreos y a explicar los disturbios que continuamente provocaban como obra de una minoría de fanáticos. En cuanto a la religión, subraya su excelencia transportando al Dios de los hebreos los caracteres de la divinidad de los estoicos. Otra tendencia que ofusca el crédito que podría merecer es la de agradar a los romanos, y particularmente a sus protectores, los Flavios.

El estilo, que era bastante bueno en la Guerra de los judíos (escrita originariamente en arameo y después traducida al griego), es duro y descuidado en las Antigüedades, tal vez porque le faltó el pulimento de la forma. La técnica historiográfica es la de su época, como se podía esperar dada su imitación de Dionisio. De éste hallamos todo el bagaje formal, discursos directos, descripciones, episodios, sentencias, comparaciones, figuras retóricas; su aspiración científica se revela en la motivación psicológica de las acciones de sus personajes. Entre los antiguos esta obra obtuvo gran difusión, hasta el punto de que Josefo fue llamado el Livio griego. Actualmente es la única fuente para conocer los grandes rasgos de la historia judía, y resulta también muy útil para la historia romana.

Flavio Josefo escribió también una apología de los hebreos, Contra Apión, dos volúmenes donde defiende la identidad judía de los ataques de Apión, maestro de escuela alejandrino autor de un libelo antijudío. Josefo lo refuta celebrando la idea religiosa y moral de los hebreos contra las concepciones y costumbres del paganismo grecorromano. También se debe a Josefo, por último, una autobiografía en la que se defendió contra las acusaciones que le había dirigido Justo de Tiberíades por su conducta durante la guerra.